1.- Los derechos económicos y sociales, que son parte integral e indivisible de los derechos humanos, han sido atropellados otra vez por la decisión del gobierno de aplicar compulsivos descuentos en misérrimas jubilaciones y en sueldos de los empleados estatales, agraviando el bien común beneficiando, todavía más, a los mismos sectores financieros que han vaciado el patrimonio público y han desvalijado el Tesoro nacional con préstamos a intereses de usura. Son inaceptables, además, porque de nuevo meten la mano sin permiso en los bolsillos de los que menos tienen, sin plazos fijos ni compensaciones futuras, a diferencia de los anticipos de impuestos que hacen las mayores corporaciones financieras y de servicios que, lo mismo que el "megacanje", sólo aumentan a futuro la insoportable carga de la deuda pública,
2.- La democracia está en peligro, porque la voluntad popular sigue siendo convidada de piedra y porque el método de ordeno y mando, propio de los regímenes de facto, es inaplicable en un Estado de derecho sin una escalada de fuerza y de chantaje, premeditada y alevosa, que pretende aterrorizar a la población con los hechos consumados y vacía de sentido a las instituciones y normas de la Constitución Nacional. Ocho muertos a balazos durante manifestaciones populares y 2.500 luchadores sociales en prisión o sometidos a juicio por ejercer sus derechos de protesta, prueban la intención de provocar una inaceptable espiral de violencia, sin justicia ni libertad, en nombre de un principio de autoridad, lindero con el autoritarismo, que no castiga a las causas ni a los responsables de la depresión nacional. Las imposiciones por la fuerza son el principal factor desestabilizador, puesto que en democracia sólo el voluntario consentimiento popular, expresado a través de la consulta directa a los ciudadanos, puede garantizar la estabilidad institucional, facilitar la gobernabilidad y consolidar la independencia.
3.- Ignorada o despreciada, la voluntad popular no puede sino expresarse mediante la protesta legal y legítima en defensa de sus derechos vulnerados, por todos los cauces que le otorgan las garantías y derechos constitucionales, incluidos los derechos de expresión, reunión y huelga, que deben ser respetados, estos sí, "a rajatablas". Las razones para el disenso sobran cuando los que tienen la representación obtenida en las urnas dejan de lado los compromisos asumidos ante la ciudadanía para atender con exclusividad a facciones minoritarias que son derrotadas por el voto de las mayorías y luego imponen sus privilegios por la fuerza, aprovechándose de la desorientación producida por ellos mismos con los recursos del poder económico, el tráfico de influencias y la corrupción de las políticas públicas.
4.- La crisis que agobia a la mayoría de los argentinos es muy severa y múltiple, por lo que requiere serenidad, coraje cívico y sensibilidad social para encauzar las vías de posibles soluciones. Es el mismo pueblo el que reclama inflexible austeridad en quienes han asumido compromisos de servir a la ciudadanía, en lugar de servirse de ella para aumentar sus patrimonios personales, que después exhiben con obsceno desenfado. También el pueblo es el que realiza los mayores sacrificios con la esperanza, defraudada una y otra vez por quienes toman las decisiones, de contribuir a un porvenir diferente y levantar a la patria hasta la altura de sus enormes potenciales. Las experiencias y los esfuerzos realizados le han ganado el derecho a levantar la voz para demandar: ¡Basta ya de exclusión social, de trabajo ausente o mal remunerado, de pobreza sin fin, de ajuste perpetuo! Ha llegado la hora de redistribuir las riquezas con criterio de justicia social para detener la desintegración del país y de la familia que hieren la dignidad humana.
5.- La APDH, por sus convicciones y su tradición, estará al lado de los más débiles y desamparados, como siempre. Desde ya, dispone de sus recursos solidarios para la defensa de los derechos civiles, económicos y sociales, incluida la asistencia jurídica gratuita para quienes la requieran. Esta Asamblea, orgullosa militante del movimiento nacional e internacional por los derechos humanos, rechaza cualquier intento de menoscabar a la democracia, a sus instituciones, a la libertad, a la justicia y a la integridad del país y de su pueblo, porque sin ellas todo será peor. En esta hora difícil suma su voz a todas las que demanda la unidad nacional para la solidaridad y el bienestar general. Al ajuste excluyente y continuo, al unísono con la mayor parte de la ciudadanía, la APDH responde: ¡Basta ya!.
Mesa Directiva de la APDH
18 de Septiembre de 2001