La nueva doctrina de seguridad internacional enunciada en sus aspectos fundamentales por Bush después del 11 de septiembre del 2001, con su definición imprecisa de la amenaza de terrorismo como justificación para múltiples formas de intervención del gobierno de los EEUU, sin límites en el 'tiempo' ni en el 'espacio', se ha ido desplegando con todo su potencial intervencionista y belicista colocando al mundo al borde de una nueva guerra contra los ejes del mal, incialmente en Irak, de alcance indefinido. La disposición belicista de la potencia hegemónica se despliega amenazante, con o sin aliados, con el aval de decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o sin él. Así, el llamado modelo de globalización, o sea el modelo hegemónico de dominación y explotación económica que se aplicó a nivel mundial en las últimas décadas, cuyos efectos para la mayor parte de los habitantes del mundo son ya bien conocidos, amenaza ahora en ingresar en una fase brutal de guerra imperial.
Los efectos devastadores del modelo -más que conocidos- incluyó en la periferia la expoliación de la creciente 'deuda externa', el aumento explosivo de la pobreza, culmina ahora con un belicismo exacerbado. La guerra que se avecina y los efectos negativos del modelo de la globalización han producido una condena y una reacción que va en aumento y se expresa de múltiples formas no sólo a través de los foros sociales (como los de Porto Alegre y otros), sino también en las cada vez más numerosas protestas y manifestaciones, en muchas ciudades y lugares diferentes tanto de países centrales como de periféricos.
El Presidente Duhalde acaba de sumar su voz en el Foro de Davos a la de un gran número de jefes de estado que han hecho explícita su oposición a la guerra que los EEUU y Gran Bretaña anuncian contra Irak. Sin embargo el gobierno argentino va dando pasos que comprometen cada vez más a nuestro país con la doctrina de seguridad internacional enunciada con fanatismo por los principales voceros del gobierno de Bush. Esta doctrina supuestamente destinada a proteger a la libertad y la democracia en los EEUU y otros países centrales, ha mostrado ya sus efectos incluso en la potencia hegemónica, donde se va instaurando velozmente un sistema que numerosos dirigentes, intelectuales, organismos de derechos humanos y otros grupos de esa sociedad no titubean en denominar 'Neo-macartismo'. Como era de suponer dadas las características de la 'doctrina', la primer víctima fue la libertad y la democracia en los Estados Unidos. Mientras esa sociedad es organizada para la guerra, sus libertades retroceden y su situación económica y social se deterioran.
En nuestro país el gobierno aceptó ya la presencia de contingentes armados y de 'especialistas de seguridad' americanos (sobre estos últimos la Argentina y América Latina en general tiene una triste experiencia que no conviene olvidar). En el marco de esta nueva doctrina de seguridad internacional nuestro gobierno está considerando propuestas que abrirían el camino nuevamente a las fuerzas armadas argentinas para volcar sus lamentablemente bien conocidas capacidades, a tareas de seguridad interior. También se las habilitaría para realizar inteligencia en el seno de nuestra sociedad. Tampoco nos falta experiencia sobre los efectos del espionaje interno como un capítulo deplorable del terrorismo de estado de cuyas secuelas aún no nos hemos recuperado.
Los organismos de derechos humanos de la Argentina tienen ya una larga trayectoria nacional e internacional que los autoriza plenamente para alertar a la sociedad toda sobre esta nueva amenaza que se está gestando en este momento en nuestro país en el marco de la doctrina Bush. Es penoso tener que reconocer que siempre hubieron en la Argentina sectores que por sus intereses económicos, corporativos o por fanatismo ideológico, abrieron las puertas a iniciativas como las que hoy ya se están proponiendo en el seno del propio gobierno nacional.
Los Organismos de Derechos Humanos decimos no a la guerra; no a la presencia de fuerzas armadas y de seguridad extranjeras en nuestro territorio ni en el resto de América Latina; no a la autorización para que las fuerzas armadas y sus órganos de 'inteligencia' se vuelquen nuevamente puertas adentro contra el propio pueblo argentino. Proponemos el establecimiento de un nuevo orden internacional orientado a satisfacer las necesidades básicas de la humanidad toda, en el marco de la participación y la vigencia plena de los derechos fundamentales. Esto incluye la resolución pacífica de los conflictos y la reforma y democratización de las Naciones Unidas.
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
Buenos Aires, 19 de febrero de 2003